Retrato de Francisco del Río / Muro
Ir poniendo una imagen al lado de la otra, como cartas en un solitario, y luego descubrirlas una a una, lentamente, haciendo un círculo, un cromlech. O mejor, el iris de un ojo. No había reparado hasta ahora que el iris era corona. Como corona sin duda es, esa cabeza en visión cenital (que asoma como en un parto), y que es también ojo que mira.
No es nuevo en Javier el tema de los hermanos. Ya en “Mario y Manuel” veíamos a ese niño destronado por la aparición del hermano, que para compensar se disfrazaba, se buscaba en la representación, de superhéroe a ser posible, ¿cómo si no ese punto de vista cenital, si no es desde el vuelo? para que en esa corona-iris hermane el ojo que mira hacia adentro.
En el mito de Rómulo y Remo (Hermanos amamantados por una loba) o del doble niño Jesús (recuerden aquí “Fábula a destiempo”), uno de los hermanos pierde la vida, en sacrificio quizás, para el otro adquirir los poderes, ¿de superhéroe?; cualidades que el otro cede.
El superpoder es aquí sin duda el ojo que toca o la cabeza que corona, para encarnar. Ojo estimulado a partir de esas palabras, que como resto de semen nacen de ese dedo caído sobre el libro. Porque las manos, otra vez, como en “Menese”, toman esas palabras escritas, para amasar cuerpo.
Film en 3D. Imágenes que se salen, que desean cuerpo.
En “Los pies que faltan” hombres que se sostienen con muletas, como ese muro apoyado entre dos cuadros: monitor y texto enmarcado. Muletas que ya sueñan pies. Un cielo describía aquella obra sin pies, un humilde paraíso, en que el taxista, como Caronte, hacía de mensajero entre vida y muerte, cielo e infierno (la mafia), pero para alcanzar la tierra, como Paco, para ser barro*, que bien amasado haga cuerpo. Felizmente cuerpo.
* “De barro”* Obra de Val del Omar acabada por Codesal, para que nunca se acabe. Sin fin.
Instalación realizada en el centro cultural Puertas de Castilla. Murcia. Noviembre 2012.