Lincoln
“Mi abuelo siempre llevaba un largo abrigo negro, sombrero negro y larga barba blanca.” Spielberg.
Se inicia la peli con un precioso semi subjetivo de Lincoln hablando con unos soldados que vienen o van a la batalla, y enseguida entendemos el referente: El monumento a Lincoln en Washington. Ese es el punto de partida: semisubjetivo de estatua. Toda la peli está construida a partir de estatuas, de imágenes de cuadros, creando un continuo de “tablaux vivant”. A cada actor (un elenco impresionante de Hollywood) le asigna una estatua que animar, que encarnar. Esto está declarado ya al comienzo con las placas fotográficas de esclavos negros a las que el hijo de Lincoln es aficionado a mirar con el fuego de chimenea al fondo, como queriendo animar esas imágenes. Porque si lo pensamos bien, los esclavos son también seres inmovilizados, por las cadenas, por la falta de libertad, y todo el film se centra en las vicisitudes para sacar adelante la enmienda en la que será abolida la esclavitud.
En la pelicula anterior (War Horse) Spielberg hace andar hacia atrás a su protagonista para acercarse al caballo, para domarlo hablándole. Ese ir atrás lo lleva a revivir en carne propia ciertas experiencias contadas de la vida del padre ¡qué literal si tomamos como referencia la biografía de Spielberg! Experiencias que suceden en una guerra anterior.
La casa blanca es aquí ese caballo, ese cuerpo femenino al que hay que mantener el fuego encendido. Precioso inicio dónde Lincoln recoge a su niño dormido del suelo después de ver las placas fotográficas (no sabemos todavía que hay un hijo muerto) y lo lleva a “caballito” a la cama.
Para conseguir la aprobación de la enmienda Lincoln aquí también tiene que andar hacia atrás para retomar lo que ha quedado detenido, ganarle al tiempo (es imprescindible que se apruebe antes de que finalice la guerra, antes del alto el fuego). Memorable ese momento que entra en un tugurio para hablar con los que hacen el trabajo sucio y tiene que agacharse pues el techo es muy bajo. Es una casa de enanos donde entra un gigante. Alguien que con esa altura y ese sombrero de copa, parece tener contacto directo con el cielo. Una figura mítica. Ese casco de las pelis y series de guerra que protegían la cabeza del soldado en ausencia de la mano del padre, se ha aupado aquí hacia el cielo, es corona también de rey, dios o padre.
Pero hay una secuencia que lo reúne todo y cuando digo todo me refiero a que revela un hilo que atraviesa toda la filmografía de Spielberg. Ante el riesgo de que su hijo mayor se aliste en el ejército como parece que va a suceder o ha sucedido ya en ese momento, en el dormitorio sito en la Casa Blanca, Lincoln y su mujer tienen una dramática conversación. Está la chimenea de fondo y la mujer angustiada habla de la imposibilidad de soportar la muerte de otro hijo (se dan detalles de la muerte de su hijo anterior de salud frágil), de su sentido de culpabilidad y se hace referencia a las amenazas de Lincoln de internarla en un manicomio, pues debió bordear los límites de la locura. Pero la revelación fundamental llega cuando Lincoln habla de su contención para no llorar y de la imagen que le acompaña desde entonces: bajarse a la tumba para acompañar al niño muerto (¿andar hacia atrás?), para abrazarlo quizás, darle calor (aquí adquiere sentido la secuencia inicial del hijo dormido). Lo que nos hace temblar, es como es niño muerto, estatua, muñeco, está presente en toda la filmografía de Spielberg y no es más ni menos que el Peter Pan que durante muchos años ha sido icono de su trayectoria. Qué es Peter Pan* si no un niño detenido, que no puede crecer y que vive en la isla de los niños perdidos, como los niños esclavos de esas fotos, como ese niño muñeco de Inteligencia Artificial detenido durante siglos debajo de las aguas, como Frank Abagnale en Atrápame si puedes huyendo de la madurez, preso en su adolescencia al conocer la separación de sus padres, como esa calavera de cristal del último Indiana Jones que por momentos parece un bebé congelado, como ese niño conectado con ET muerto por instantes, como esos esqueletos de dinosaurio de Parque Jurásico, como ese soldado al que hay que sacar de la guerra en Salvar al soldado Ryan pues es el último vivo de tres hermanos, como ese niño del imperio del sol rodeado de muerte que aprende a dar masajes cardíacos para devolver los muertos a la vida (gesto que se parece al del hijo de Lincoln con sus placas de esclavos frente al fuego).
Lincoln es ese niño de sombrero de copa de Peter Pan que ha crecido y que fantasea con la posibilidad de volver a la Isla de los niños perdidos para liberarlos de “la esclavitud”, pero que ya sabe que Peter Pan es sólo la mitad de un personaje, que no es nadie sin Garfio y nos lo revela en esa extraordinaria secuencia de la rendición (curiosamente en un barco) en la que Lincoln y el vicepresidente de los rebeldes frente a frente son presentados como seres de un solo ojo, cíclopes (lo hace iluminando, dejando en sombra el otro ojo), en uno es el derecho y en el otro el izquierdo, para que reuniéndolos haga un hombre completo. Quizás esta sea la sabiduría de Spielberg la de reunir los dos antagónicos en uno, actualizando mitos, como tan bien nos enseñó el western, especialmente Ford y El hombre que mató a Liberty Valance, la de saber que para alcanzar la tierra hay que negociar continuamente con los dioses del cielo y el infierno, como Lincoln con la locura, la guerra, los tramposos, la inteligencia, con la magia. Sombrero también de mago el de Lincoln, de prestidigitador. Y es que muere en un teatro, recibiendo una bala en las entrañas: semilla y fuego. Cumple así con la fantasía de abrazar a ese niño muerto.
Peter se completa con Garfio, pero aún así falta un cacho, la mano que se comió el cocodrilo, el tiempo según lo interpreta Spielberg en Hook, pues tanto Peter como Garfio están fuera del tiempo. Esa mano es la que mueve la manivela de la cámara de cine.
No es casualidad que esta peli se realice durante el mandato de Obama, ni es casualidad esa mujer negra que acompaña a Lincoln y su mujer todo el tiempo de extraño parecido con Michelle Obama. Ni es casualidad que esa secuencia del discurso posterior en el film a la muerte de Lincoln coincida en las pantallas con el discurso de toma de posesión de Obama en su segunda legislatura. Las sincronías están ahí aunque la pirámide (otro de los leiv motiv de Spielberg) del billete de un dólar del que hablaba en The Pacific sea sustituida aquí por el monumento que contiene a esa estatua cuyo mirar representa el inicio de este film dibujado en el billete de 5 dolares, que por delante figura el busto del propio Lincoln. ¿Qué habrá en el atrás del billete que contenga la imagen de Michelle? ¿La pirámide invertida?. Muy optimista yo, supongo.
* No olvidemos la presencia de los sombreros de copa en este relato y la frase de Hook “Peter Pan es papá”),