Elio Berhanyer, maestro del diseño
“No del día que yo nací, sino el día que yo te hice te puse de nombre Sol para que te iluminaras con tu propio resplandor…» El padre a Elio.
El sol representa el centro de la conciencia. Elio es Sol nombrado por el padre, que perdido en un dramático acto de violencia eclosiona en conciencia compartida. De ahí que Elio dude acerca de la primera persona del ser: “Yo soy mi padre”. Quizás una verdad para todos, pero que en pérdida prematura de la figura creadora posea una dimensión diferente. Probablemente la misma que alcanza en esa noche encerrado en la Alhambra y que vive como una iluminación: “Y empecé a pensar que las emociones la única forma de transmitirlas es dándole forma. Y con esta idea en mi mente dije pues yo, con estos dibujos, voy a trasladar mis emociones y las voy a hacer reales, voy a hacer joyas, voy a inventarme unas joyas que nunca existieron”. Visión de la que nace una vocación, la de una especie de arquitecto de las aguas, las emociones contenidas por el vestido, que en la tensión de retener, traslucen algo de lo femenino interior, y mostrándolo movilizan el deseo, aquí literalmente del padre (Yo soy mi padre) y en ese avivado deseo lo revive.
En el anhelo de la muerte, Elio pide que llegado el momento lo desnuden y arrojen a la misma fosa que su padre. Elio viste solo de blanco o de negro, positivo o negativo de esa conciencia doble. Quizás más sombra que forma, más luz que color, y por eso, desnudando el sol, arderá Berdaguer y Berhayer, liberando esa polaridad para ser ahora uno, apenas fuego fatuo, resplandor.