El hombre tranquilo
Un hombre en busca de su origen, de la imagen primigenia que lo hace. Sean Thornton (John Wayne) viaja a un pequeño pueblo irlandés, pues hay algo umbilical que siente en riesgo.
Ese personaje masculino herido que construye John Ford en el formidable espejo que encuentra en John Wayne, atraviesa gran parte de su filmografía. Mitad hombre, mitad caballo, cuerpo masculino y femenino a un tiempo, enfrentado al otro (“el malo”) para dar y recibir; encuentra en su origen irlandés un carácter capaz de convivir en esa polaridad.
Ford construye una iconografía bucólica pastoril para presentarnos el reencuentro de Sean con su tierra natal, una imagen originaria ideal fabricada en el imaginario de Sean a partir del recuerdo de la voz de la madre; “¿Es de verdad o estoy soñando?”- pregunta Sean. Y es que hay algo de Zombie, de sonámbulo en Sean cuando llega a Innisfree. En el primer encuentro en el bar Will Danaher (figura paterna, pues rivaliza por la casa-cuerpo materno y desea a la propietaria) le “da la mano” apretando hasta dejarla sin circulación. Cuando Sean intenta darle la mano a otros hombres que se encuentran en el bar dice: “habrá que esperar que me llegue la sangre a la mano”. Aquí señala Ford las manos como lugar simbólico del vínculo herido. Se repetirán múltiples referencias “¡Cuidado donde pones las manos!”, le dirá el casamentero Michaleen Flynn cuando intenta bajar a Mary Kate del coche de caballos, etc.
Avanzando el film Ford hilvanará un sutil paralelismo entre la dote de Mary Kate y la Bolsa que gana al dejar KAO a un hombre, matándolo accidentalmente en el ring, en su pasado de boxeador. Se pone así en juego el dinero como representación de la energía masculina. Tras el accidente mortal en el ring Sean promete no volver a pelear, a no usar las manos como puños. El boxeo como ejercicio especular sitúa a Sean frente a su otro yo roto. De hecho el recuerdo del combate aparece cuando Will niega la dote durante la ceremonia y tira a Sean de un puñetazo al suelo. Ford sitúa a Sean en la posición del púgil muerto (que curiosamente se parece a Will) y este es el subjetivo desde el que se ve a sí mismo, produciéndose el intercambio en el espejo. Y desvelando porque Sean es presentado en la primera parte del film como un zombie, un muerto viviente.
Pero Mary Kate representa la naturaleza femenina excitada y exige esa bolsa, la reparación de lo que está herido para que la sangre circule y la savia del árbol familiar fluya.
A partir de ese eje en el film que es la boda inconclusa y el supersubjetivo de muerto, Ford construirá la imagen llave o de solución en la famosa secuencia donde Sean-Wayne-Ford vuelve a la estación de ferrocarril en busca de Mary Kate, que está a punto de abandonarlo. La saca del tren* para arrastrarla a empujones hasta el lugar donde se encuentra el hermano y exigirle la dote, la bolsa. Lo más emocionante de esta secuencia es que Ford la resuelve como “la verdadera boda”, haciendo del grupo de gente que va siguiendo a la pareja y que se va incrementando durante los 10 km de distancia que separan ambos puntos, el colectivo, la comunidad con el que se compone la cola del vestido de novia, el manto de la Virgen en procesión y que en acto público reunirá esa pareja, reparando aquello que el individuo sólo no puede. Sean arroja el dinero de la dote al fuego, consumando simbólicamente el matrimonio.
El epílogo formulará esa curiosa manera que tiene lo masculino de reclamar el abrazo; a puñetazos, estrechando los polos de lo masculino y lo femenino, dando y recibiendo, propiciando la circulación de la sangre a empujones, a golpes, para que de la herida brote un vínculo duradero y el anhelado reconocimiento.
* Elemento arquetípico elaborado hasta el límite por Ford como representación de fuerza transpersonal que abre fronteras antes inaccesibles, como lo es la de la propia encarnación. En esta secuencia, de hecho, el recorrido es del tren al tren o del vagón a la locomotora, pues donde arrojan el dinero tiene el aspecto de una caldera de locomotora.