— buscando el hilo

Agujero de Risa / Cuarto de oro

Pregunta: ¿De donde sacáis la energía para estar 5 horas riendo?
Delphine Rosay: De mi madre, de mi padre…

Cuando James Joyce escribe Finnegans Wake, convierte el texto en una holofonía, en un mantra multiplicador de palabras y sonidos provenientes de todos los cuerpos vivos y objetos en movimiento -que tan bien reinterpreta John Cage en Roaratorio-. O como las voces que proyectan los monjes budistas, pareciendo que el sonido llega de todas las direcciones. Joyce hace este ingente esfuerzo pensando que este mantra sanador, curará a su hija de la esquizofrenia.

Hay algo también de mantra multiplicador y voces que llegan de todos lados en este «agujero de risa» que propone La Ribot. Tres mujeres con sus batines de diferentes colores, tal cual mujeres de la limpieza, llegan a un espacio de paredes blancas vacías y suelo lleno de cartones, de «mierda», que se encargan de levantar «muertas de risa», durante 5 horas, descubriendo palabras y frases cortas, arrancadas del absurdo de nuestra contemporaneidad, y que irán sujetando a las paredes con cinta de embalar hasta construir un texto único que cubra las cuatro paredes.

La violencia provocada por esa risa continua multiplicada, en esa plaza de toros, que se va llenando de público (palabras en las paredes), mozos que han soltado en un encierro, en una plaza cuadrada de un pueblo (La Peza en Granada, por ejemplo). Hacemos lo posible porque no nos coja el animal con esa risa punzante, apartándonos por las esquinas, moviéndonos o saliéndonos. Pero a partir de la 3ª o 4ª hora empezamos a querer dejarnos coger y nos entregamos, recibiendo cornada en el muslo, participando de ese agujero de risa (sexo femenino). Empezamos a reír con ellas o llorar, que a esas alturas ya no se sabe, participando todos de esa misma respiración-risa, de un mismo solo cuerpo.

Lavadora vaciadora, liberadora de sentido.

Creo que la hija de Joyce no se curó, por lo menos en el sentido convencional, pero esa enfermedad fue el motor de ese texto circular y alquímico, holográfico, que pudiera estar escrito en paredes de varias capas, y capaz de colocarnos en un sitio-cromlech que nos vincula con el inconsciente colectivo, que nos ayuda a transformar la mierda recogida por estas mujeres en oro.

Doradas paredes del útero. Voz Materna. Cuarto de Oro.

Cuarto de oro. Still

Es de la voz de la madre de donde nace la videoinstalación «Cuarto de oro«. Cristina Hoyos, baila, zapatea, mientras hace la cama. Sus sobrinas la escuchan en la salita de abajo. Cristina habla de esto, y del pudor que le produce, en unas declaraciones previas a la pieza, recogidas en una publicación. Transforma el baile en voz materna. La Ribot le hace bailar, cámara en mano, en ese cuartito. El ojo literalmente hecho tacto, mientras escucha un fragmento de la obertura de Carmen de Bizet, a través de unos auriculares. El bebé en el útero no tiene escucha aérea, solo oye a través de la columna vertebral de la madre. Cristina va tocando, acariciando cada detalle, cuadro, fotografía, objeto, de su espacio más íntimo, como si La Ribot la hubiera envuelto en sí misma. Puede parecer que dibuja con la cámara, pero no, es escritura. Escribe sobre las «paredes» de su propio capullo, y es el movimiento, la palabra que alimenta, y es la vertebralidad de ese baile la que fecunda ese texto. Texto femenino, y que tiene que ver con lo que se pasa, la madre a la hija, ese zapateo alrededor de la cama, en el vídeo mesa «camilla», que le habla «pudorosamente» a su sobrina.

Todo el trabajo de María La Ribot que conozco, parte de esa tensión entre su figura vertical, vertebral, amanoletada; entre su quietud y la acción (como «una manoletina»), exprimiendo del gesto mínimo el máximo sentido. Esto la hace «Diva», es su divinidad, su facultad para «anima»r lo que es quieto.