— buscando el hilo

Pickpocket

 

Michael compone niño entre él y ella

Una oración, una plegaria, a esa chaqueta, santo sin cuerpo, sobre la que se ensaya el abrazo. O cómo buscar el mejor modo de llegar al corazón, a la cartera, sin apenas tocar, cuan ángel.

La víctima del primer robo es una mujer, una pareja en realidad. ¨Había tomado la resolución desde hace días, pero ¿tendría la audacia?¨ (Michael). Decisión de encarnar sin duda. Compone niño entre él y ella, promesa de criatura más bien. Enseguida este primer gesto le lleva frente al comisario, el policía: Atrápame si puedes en versión Spielberg, párame por favor. ¿Cuánto dinero, cuánta energía masculina tengo que sustraer, cuántos relojes-tiempo tengo que quedarme para ser traído y abandonar esta condición de ángel?. Porque sin duda el deseo de Michael es el de ser detenido, traído de la invisibilidad a la presencia, nombrado, señalado. Así lo hará el comisario marcando esa línea en diagonal sobre ese libro con polvo en el cuarto de Michael, inicio de cruz sobre algo detenido, congelado,  que desea calor (cruz como la del sombrero de la mujer del primer robo, casi como una diana). Señal que abre el libro de la biografía, segunda tarea del padre (la primera es nombrar).

Inicio de cruz sobre algo detenido

Con el dinero del primer robo, Michael se presenta en la puerta de la casa de la madre, pero no entra. Conoce allí a Jeanne, y le entrega a ella el dinero, una ¨anunciación¨sin duda que Bresson ya avanzaba en el texto introductorio del film.

– “¿No va a pasar a darle un beso?”, pregunta Jeanne.

El único beso de toda la peli es el del final a través de la reja. Beso que recuerda el de Ordet. Beso: primera conciencia del que ha recibido cuerpo. Antes la voz, las palabras recibidas por Michael adentro. “Al leer la carta mi corazón latió con violencia”. El oído es el primer sentido que desarrolla el niño en el útero (la prisión) y el último que se pierde. De ahí esas palabras para el viaje del Libro Tibetano de los Muertos. ¿Y si antes del habla fue el canto? se preguntaba Agustín García Calvo en sus reflexiones sobre el origen del lenguaje. Algo de Ópera tiene esta peli, de Oratorio quizás, como si ese canto que guía a los tibetanos en su despedida del cuerpo, fuera el mismo que los trae a él.