— buscando el hilo

El cielo sobre Berlín

Damiel mirándose la mano como en un espejo

La decisión de encarnar, de caer y pesar, de entrar en el tiempo, es quizás argumento y motor de una gran parte de la literatura y el cine, lo es en el Quijote, y sin duda en los Evangelios. Lo extraordinario de este film es el grado de conciencia, la literalidad con que se enuncia este proceso. Lo primero es representar al sujeto que mira sin ser, ese supersubjetivo tan habitual en el cine, pero que raramente muestra al observador, al no nacido, al ángel, a la posibilidad pura en búsqueda.

El blanco y negro es una vez más usado para acentuar el supersubjetivo, pero que aquí, consciente del sentido revela el color como algo más corpóreo, como sensibilidad y goce del que ha nacido, el tacto del ojo. Por eso la primera imagen en color es la de la trapecista en el trapecio, fin de la posibilidad en búsqueda, encuentro.

Anteriormente nuestro ángel ha paseado interminablemente por la ciudad que mejor representaba el mundo en los 80, un lugar dividido por un muro a punto de abrirse, de romperse como un himen, y de hecho, el momento de la caída es en el interior de ese muro, lugar de nadie. Pero anteriormente en ese paseo Damiel ha cogido un lápiz, para el trazo y la escritura, una piedra para el peso y atravesado una serie de imágenes de la segunda guerra mundial que han dado origen al Berlín actual y especialmente al muro, pero que también representa la energía que polarizada abre la puerta entre los dos planos.

Cuando el ángel ya no es ángel y ha entrado en el color algo le cae sobre la cabeza haciéndole sangre (rojo como expresión extrema del color, cuerpo-color aquí), es la armadura que portaba como ángel en el que la figura femenina-materna lo sueña y que de algún modo recibe como herencia. De hecho esa armadura que tan bien rima con la arquitectura, uno de los protagonistas del film y cuyo género es femenino, enseguida es transformada en dinero, lo que viene del padre, y con lo que entramos en un segundo momento de la película en la que Peter Falk juega ese papel paterno, el del que habla y reconoce, el que orienta. Para ahora si, Wenders-Hanke poder presentir esa idea de que la imagen del vínculo entre las figura femenina y masculina que te hace es el hijo, en blanco y negro cuando aún es solo soñada, deseada, en color cuando ya es cuerpo. Es una imagen común en la que no hay separación, en la que es indiferenciable él de ella y sin embargo ya no les pertenece. Por esto la aventura de este film y seguramente del cine es hacer del que sólo es mirada (supersubjetivo) imagen que promete cuerpo, color.