Mouchette
El ojo trampa. Bresson iguala en la primera secuencia el ojo a las trampa de codornices. Intenta completar un hombre entre cazador y trampero, pero las dos mitades son las del ojo izquierdo, un hombre simétrico apenas, de una sola mitad en espejo. Los lazos de las trampas enseguida son identificados con los de las coletas de Mouchete (más adelante con las ligas de las medias), cuya naturaleza representa la naturaleza entera queriendo ser atrapada. La niña parece completar todos los personajes del film, revelando aquello que no quieren ver de sí, y que Mouchete devuelve pertinazmente, invalidando cualquier posible reconocimiento. Desafina, ensucia y rompe ante la presencia interpelada del otro del que no admite sometimiento alguno. Es una fuerza incontrolada de la naturaleza, la intemperie. Como atravesada por un «ciclón» es descrita la noche del deseado encuentro con el trampero. A esta sucede la mañana con la anunciada muerte de la madre, cuya herencia es la repetición del sonar de la campana, el número. Tres son las veces que Mouchet abrazando el vestido de tul (primera comunión, novia, etc) se echa a rodar monte abajo hasta alcanzar el río. Cifra fértil, promesa del ser arrancado a la naturaleza.
La películas de Bresson se caracterizan por una especie de ralentización de la acción, como queriendo evitar la trampa al ojo que funda el cine y señalando así que en todo momento nos hallamos en el campo de lo representacional. Se habla poco, pareciendo situar a los protagonistas fuera del papel, intuimos que antes se ha hablado y probablemente también se haga después, pero los personajes son pura figuración, a los que quizás la voz alcance como de milagro y con ello la humanidad, lo vivo. Bresson vacía a los actores de carácter, para crear personajes huecos como la caja de una guitarra, en los que la palabra resuena pareciendo ser poseídos por el ser.