
Osamu y Shota se mueven en el interior de un supermercado con la extraña naturalidad de los pasos anteriormente ensayados como coreografía. La misión es proveerse, hacer la compra diaria sin pasar por caja. Ante las estanterías el niño gesticula un sencillo ritual, casi una plegaria, antes de dejar caer el producto en el interior de la mochila.
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