Vivir es fácil con los ojos cerrados
Sin duda hay un parecido entre el David Trueba joven y el John Lennon de 1966-68, eso sí, más icónico que físico. Y sin duda David es hijo de esos mismos años en los que fue concebido. Quizás podríamos resumir esta peli como un viaje en busca de “la letra” que nos hizo.
Ese bebé grande, criatura reclamando amor y reconocimiento que sugiere el personaje de Javier Cámara (Antonio) y que tanto recuerda al José Luis López Vázquez del cine de Saura, que curiosamente también se sitúa en esos años (Peppermint Frappé. 1967), sale en busca de esa “letra” en un reluciente seat 850 verde. Lo primero que hace es reunir pareja, en ese chaval con pelos de Beatle que escapa de casa para evitar ser “pelado” por imposición de su padre y una joven preñada que también huye de terrible institución donde le aconsejan que se recoja el pelo cuando salga a la calle ¡no vaya a ser!. Más adelante descubrimos que Belén ha hecho un curso de peluquería. El pelo como expresión de identidad, que reclama reconocimiento paterno en lo masculino, y poder sexual en lo femenino, quedan señalados desde el inicio del relato. Recordemos el personaje de Fernán Gómez enloquecido con el pelo de la institutriz inglesa en Ana y los Lobos (Saura 1972).
Antonio (Javier Cámara) viaja con el cuaderno en la cartera de letras incompletas de los Beatles, lo que él pudo sacar de oído, con la esperanza de que John Lennon se las complete. Esto ocurre bajo el sol de Almería en una roulotte huevo, mientras Belén corta el pelo de alguno de los figurantes. Curiosa sincronía la de las tijeras y la escritura completando los huecos de esas canciones tomadas de oído como quien completa una secuencia del código genético, lo que falta, ha sido censurado o permanece secreto, a la vez que la tijera recorta, quita lo que sobra, define o dibuja una identidad, una imagen. Tijeras que fueron castradoras en el primer tramo del film, pero que acompañan a la escritura ahora, en espera de la voz. Antonio sale del huevo blanco “colocado”, preñado de sí. El regalo, una canción nueva, la letra en el cuaderno y la voz, la música en el magnetofón. Antonio regala a Juanjo ese magnetofón con la grabación. En una secuencia anterior Juanjo habla con su madre por teléfono mientras esta sostiene a un bebé en brazos. Juanjo acompañado de su padre y Belén en el coche de vuelta a casa, dibuja a Antonio y le pinta el pelo de beatle, reconociéndolo, nombrándolo como “el quinto beattle”, mote que el mismo Antonio cuenta le han puesto sus alumnos. La recompensa de tan afortunado viaje. Toma la voz de la madre y las tijeras del padre, y bajo el sol de Almería (el centro de la conciencia, el yo) reúne a esa pareja que canta, mientras ama, la letra que lo hace.
No sabía hasta hoy que Davíd Trueba en realidad era Davíd Rodríguez Trueba. Extraña coincidencia en la que a un nombre, a una frase, le falta una palabra, la del padre, “viajante” (como se llamaba en aquellos años a los comerciales) de máquinas de escribir.