— buscando el hilo

Todo está perdonado

Pamela y su padre Carta postuma del padre

Avanza el film sin transcendencia hasta que en ese no pasar nada la vida pasa y uno se ve formando parte de ese pasar. Algo tiene que ver en este arranque lento la dificultad para dibujar la figura de un padre cuya compleja aceptación insinúa el título. El momento de inflexión del film es esa gran elipsis de 11 años que funciona como una llave, como una puerta temporal que liga el invierno y la primavera, que abre la posibilidad alcanzar al padre y donde el objeto del mirar, antes la madre, es ahora la hija. La ópera prima de esta querida directora ya establece aquí un hacer donde es difícil extraer los subjetivos, pues el punto de vista parece haberse adherido a la piel del personaje como una especie de magnetismo, un trazo que persigue al actor en busca del retrato que haga un personaje verosímil, real. Y no en vano el padre no sólo deja a la hija lo mejor de lo que con tanta dificultad pudo hacer con la vida, su escritura, sino que en ese sobre, secreto tesoro, carta póstuma ya sellada para enviar, la hija encuentra también una paleta de colores, un arco iris, un luminoso e imaginario cordón umbilical.

Mia Hansen-Løve demuestra una habilidad natural para recolectar del patrimonio familiar aquello con más probabilidad de fruto, quizás apoyada en el naturalismo francés, que la conecta directamente con los Renoir y los Lumiere, pero ya normalizado desde lo femenino, proveyendo a la cámara de una sensibilidad al ser, desconocido para aquellos que nacimos niño y no niña.