— buscando el hilo

El joven Ahmed

Ahmed y LouiseAhmed aspira a una especie de santidad que le sitúa fuera de su familia, y en general de su contexto social, reconoce solo una autoridad paterna que lo inflama hasta un ideal de inmolación. Con 13 años casi todos nos hemos dejado influenciar hasta el borde del incendio, asomándonos al precipicio que se encuentra entre la infancia y la juventud como prólogo de la edad adulta. Un plano de realidad de una intensidad emocional que difícilmente recuperaremos. Un lugar sin miedo donde el ya no niño y aún no adulto construye un puente a través de una fantasía de pureza y superpoder donde parecen desaparecer los límites. Es en ese momento cuando la red de vinculaciones familiares y sociales se extiende ante la pirueta del trapecista. Emociona la dedicación y diversidad de cada uno de los personajes de este entramado social que salen al socorro de Ahmed.  Sin embargo el adolescente despliega todas sus habilidades para burlar cualquier distracción que le aparte de su misión, que quiebre ligeramente su inamovible verdad. Parece perdida toda oportunidad de redención. Hasta este punto dejan evolucionar los Dardenne a su personaje. Entendemos entonces la dificultad para acceder a ese plano donde se mueve el adolescente salvo para otro habitante de esta dimensión. La misma energía que te proveen los 13 para desafiar el mundo al que aún no perteneces es capaz de desarmarte ante el simple cosquilleo del amor o el deseo sexual, que todavía desconocido te confunde, quebrando ese aparentemente sólido programa mental y perdiendo al instante las alas de la fantasía, para caer, encontrando en la tierra un lugar mejor, el de la vinculación con el otro.

El cine de los hermanos Dardenne somete a sus actores a un duro entrenamiento antes de dejarles ocupar el lugar del personaje, el privilegio de ser otro. La condición es la de alejar cualquier tentación de juicio moral para poder encarnar su complejidad, despertando un amor incondicional por aquel en el que se nombran.