Cuenta conmigo
Un viaje hacia “El cuerpo” (“The Body”). Así se titula la novela de Stephen King en que está basada esta película. Gordie, el protagonista, cuenta la historia ya adulto. Su padre había situado todo su deseo en su hermano mayor, que ha muerto sólo hace unos meses, en el momento del relato (cuando Gordie y sus amigos tienen 12 años). Viaje hacia el cuerpo, sí, hacia la materia. Los cuatro amigos que protagonizan el relato poseen figuras paternas débiles, inexistentes o trastornadas. Cuando Teddy se queda en medio de la vía, citando al tren que viene de frente (recuerdo ahora aquella hermosa imagen de «Sangre y arena», en que un niño, muleta en mano, cita al tren), convoca, en esa fuerza arrolladora de la locomotora, el deseo del padre inexistente. Y que, en ese mismo deseo de abrazar esa energía transpersonal paterna, embistió a otro niño de similar edad, cuyo cuerpo buscan en ese viaje iniciático que es la peli, y que significativamente transcurre durante los dos días anteriores al inicio del instituto.
Este viaje. que concluye en un cruce entre vía y camino, donde efectivamente se encuentra el cuerpo de aquel niño, supone una cruz en el relato, como primer signo de escritura, escritura del protagonista con la que finaliza el film y cruz que en el abrazo hace cuerpo (aquí literalmente sitúan el cuerpo del niño muerto en esa cruz, cruce-abrazo). Cuando los cuatro amigos llegan de vuelta al pueblo ya son otros, iniciados en el roce de la experiencia con los demás, y donde cada uno puso lo que pudo de lo que tenía. Ante la falta de reconocimiento paterno, (en el inicio Gordie llega a decir que era invisible para sus padres), el viaje hacia la escritura busca en el nombre del autor, en la firma, en la cruz, ese reconocimiento que en boca del otro, de los otros, borde esa piel que nos haga visibles y únicos.