Lonely Planet
El personaje de la mochila, interpretado por el mismo Julian, reune en sí padre y madre. Padre, en la cruz-mochila (cruz como lenguaje, marca) y en la imagen del Ché en la espalda. Madre, en la imagen femenina de la diosa hindú que muestra su camiseta, completada por collar y colgante-ojo en el frente. El relato transita entre el que se encuentra en el colectivo y el deseo de ser identificado, nombrado. Ese subjetivo acentuado de la cámara del que se siente desidentificado, haciendo parte del colectivo. La India, como lugar ideal de representación del mismo. Julian se “saca” literalmente saliendo de la pantalla de cine, como proyección de ese colectivo, en una sala abarrotada, donde centra su mirada por 2 veces en madre con niño en brazos. Madre además con marca en la cara. Otra vez cara y cruz reunido en un solo personaje. El tránsito entre el que es sombra en pantalla y el que desea ser marcado, nombrado, poseído por el lenguaje.
El recorrido que hace el mochilero comienza en la trasera de una escenografía de una casa que es solo fachada, solo cara, y avanza hasta una calle vacía, también decorado de casas sin casa, huecas. Seguimos hasta encontrarnos en el desierto; luego el río, donde se encuentra de frente con un grupo de gente con las caras pintadas -otra vez máscara, cara sin cruz, casa hueca-. Tras el río, los trenes y vehículos, luego el locutorio de los que están permanentemente vinculados a lo colectivo, sin cara. Y finalmente la calle abarrotada de gente, hasta entrar en una casa, ahora sí, habitada, donde un hombre duerme ¿sueña?. Cerrando el círculo estamos otra vez en la escenografía y resuelto el “vía crucis” pasa a ser el protagonista (el que tiene más nombre) del baile estilo Bollywood. Ahora, frente al espejo, suelta la mochila-cruz y se reinicia el bucle.