Prova
La prueba del ángel, en eso consiste esta pieza, en la prueba de la encarnadura por el ángel, del peso, la feliz caída en el cuerpo. La voz, el canto lo sitúa Javier abajo, a ras de suelo con el fondo de piedra de los muros externos de la basílica, mientras arriba se construye el cielo (no es figurado aquí, es lo que esos trabajadores preparan para El misterio de Elche) el mismo quizás tan ampliamente recreado en Los pies que faltan. Lo que está abajo se eleva, llama, como la voz de una sirena o el canto imaginado de la voz de la madre y sin embargo arriba todo pesa, los hombres, las enormes vigas de madera, esas maravillosas cuerdas umbilicales cuyo cometido es permitir la bajada, la caída sin daño. Y todo bajo esa cúpula preñada de luz, que al cerrarse obra el primer milagro, el del color. La vidriera intermedia entre ese sol paterno, promesa aún solo del yo, imagen primera proyectada y esa caverna que reúne cavidad ocular y vientre, en la fértil imaginación del arquitecto. La piedra aspirando a vaciarse en hueco, capaz de reunir luz intermediada y canto; imposible imaginarla todavía en aquella guitarra cerrada y sin mástil (Almario. Guitarra y estuche, 1998) de Codesal en la que al instrumento le negaba lo esencial, el sonido, la vibración y por supuesto el agujero de entrada y salida, sonido y luz. Más adelante esa caja cerrada será ataúd sobre el que zapateando liberará el sonido, percusión tan solo, pero que anuncia ya acompañamiento. Percusión, guitarra y voz sobre la que Javier trabaja durante años como artista y comisario en el proyecto flamenco Intervalo. Prova, prueba una y otra vez, pero curiosamente donde se produce un verdadero encuentro con el canto es en el de la voz que se apaga de su amigo y “hermano” Paco del Río con el que comparte el proyecto Intervalo y que culmina en Retrato de Francisco del Río (ya le había dedicado a Paco el retrato de Menese). Esa voz de Paco es la de todos esos hombres que de niños hicieron voces de virgen y ángeles para el Misterio de Elche y que ahora repiten para Javier evocando esa voz que apagándose vibra y de la que nace el verdadero misterio y que aquí Codesal prueba. Misterio que antecede a la Nit de l’Albà* en la que culmina todo esto, y donde ese cuerpo femenino imaginado por el arquitecto cuya piel es la escenografía de gran parte del canto, estallará, abriéndolo para que lo que sea, sea.
En Los pies que faltan era la tierra bajo los pies la que estallaba situando a sus protagonistas en un extraño estado angelical, en un cielo de paredes de plástico azul intenso. Caer sin daño, quizás sea la forma de ganarse los pies, pues ¿quién quiere alas, pudiendo experimentar el cuerpo?.
* La Nit de l’Albà tiene su origen en la Edad Media, en la que las familias ofrendaban a la Virgen con un cohete por cada uno de sus hijos.