— buscando el hilo

The Crown

Familia Real

Es curioso que la corona, al señalar al nacido para reinar, cuyo primer coronar es asomar la cabeza en el momento de nacer como cualquier hombre o mujer, expulse al señalado de lo terreno, situándolo en un plano puramente simbólico o representacional. Un sacrificio similar al realizado por cualquier actor cuando interpreta un papel, pero sin elección, de por vida. Diríamos que la reina necesita puntualmente salirse del papel para poder asomarse al ser propio. Esta tensión entre el personaje del cuadro y el hombre encarnado, es la que magistralmente presenta esta serie, que extiende el drama del no ser al conjunto familiar y a la raíz del propio árbol. Supongo que originalmente los reyes representaban a Dios, pero la necesidad de ubicarse en el tiempo los ha ido aproximando a lo humano, dejandolos en un extraño limbo, en la pintura pura, como una proyección emanada de un cuadro. Este conflicto entre el ser y la imagen contagia en su origen a la política moderna, en gran medida nacida al paso de la corona Británica y constituida definitivamente a partir de la segunda guerra mundial, donde más o menos comienza esta serie. El político nace hombre pero en su necesidad de representar debe desprenderse de peso, y en esa levedad tiende a desear ser besado por dios, que en la Inglaterra de The Crown pasa por la aceptación de la reina, y así, de algún modo, verse incorporado al cuadro familiar. El superpoder otorgado al coronado, a cambio de su sacrificio, es el de conceder reconocimiento y gestionar algunos de los argumentos simbólicos necesarios para la comunidad. La ausencia de este andamiaje simbólico que sostiene a la ciudadanía, sintomiza en políticos delirantes, locos o enfermos, y una sociedad desarmada.

Esta es la propuesta de The Crown, visualizar la dificultad de una institución seducida por lo humano, por el deseo de abandonar el lienzo, pero necesitada de una continua actualización que le asegure la supervivencia y le permita seguir administrando lo necesario simbólico capaz de evitar la orfandad del político, y por extensión el descabezamiento del pueblo.

El extraordinario uso del montaje paralelo que hace la serie parece colocar a menudo la voz donde no está, la palabra donde no se halla, provocando una vibración en el cuadro que promete alivio al ser, y propiciando la emoción del lenguaje en aquel que dramáticamente sobrevive esperando oírse nombrado.