— buscando el hilo

Cuéntame cómo pasó

Antonio y Mercedes en Cuéntame

Contra Cúentame.

Hago una excepción en este blog, para hacer una lectura negativa ante la percepción de daño reiterado infringido por esta serie.

No soy yo el que habla contra Cuéntame, la propia serie se enfrenta al título que la nombra para negarlo, porque si de algo trata este ejercicio televisivo es de negar este “cuento”, de desproveer el relato de la voz, del padre o de la madre, de la música del árbol familiar, de la raíz, y en esta labor de hurto, de su verdad; que sin duda es múltiple y no única y dirigida. La serie intenta desligar la memoria de su propia textura, de su emoción, construyendo unos personajes de plástico, una especie de muñecos hinchables donde desinflar la memoria de nuestros mayores y antepasados. Confundir las voces y los paisajes sonoros de multitud de infancias y generaciones con la perversa intención de simplificar lo que es complejo, de aplanar lo que muestra relieve.

El que es aficionado a los toros sabe que la mejor “retransmisión” de una corrida es el relato oral del que estuvo en la plaza, porque esa voz está preñada de una experiencia emocionada, única, irrepetible y compartida en un círculo de vínculos en el que muchos han sido uno, por breves instantes. Voz fértil entonces del que ha sentido en sí completo lo que se presenta fragmentado, del que ha experimentado algo capaz de producir un cambio, un movimiento. Ese movimiento es del que nace el cine, el relato audiovisual que contempla una posibilidad para el espectador, al que le hace sitio, hueco.

Cuéntame niega el movimiento, no entrega nada, es una píldora difícil de tragar sin más efecto que los secundarios adversos.

Escribo en negativo en defensa de mi posición o experiencia como padre e hijo, de la necesidad de sostener esa voz temblorosa cuya vibración establece un frágil vínculo, pero posible. Me rebelo ante la insistencia de un relato plano y abusón.