Un condenado a muerte se ha escapado
«¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» Nicodemo a Jesús
El título es la clave, en este caso literal, pues Bresson otorga a Fontaine la habilidad del hacker, del que sobrescribe el código de su condena con los alambres del somier, mantas y una cuchara; como si la palabra del padre necesitará de rectificación que la libere de lo secreto, de la muerte de lo ya escrito, de la literalidad como cárcel del sentido, como ausencia del otro, de lo otro, el gran enemigo del fascismo.
Fontaine necesita componer un verso, un versículo que hile, como esa cuerda a través de los barrotes que lo comunica con el exterior. Busca la rima, la compañía, la colaboración entre los otros presos, pero quizás se asemejan demasiado a él. La llegada de Jost le arrebata de su soledad obligándole a compartir la celda con una criatura diferente, sucia y maloliente, encontrando en ese barro, en la imagen del otro, lo que le falta, y habilitando la metáfora que deja el sentido suspendido, como los brazos abiertos ante la posibilidad de un abrazo. El que cierra el filme tras la caída en tierra, el del hijo que rectifica la palabra del padre otorgándole la humanidad. “Si pudiera verme mi madre” dice Jost al alcanzar la libertad. Y quizás lo dice en el sentido más literal, quizás ahora ya no sea invisible para su madre, quizás la cárcel en su condición uterina le haya permitido entrar simbólicamente por segunda vez en el vientre de su madre y en ese alcanzar la libertad, nacer aún “siendo viejo”.