— buscando el hilo

National Gallery

Oficiante, público y cuadros

National Gallery es un gigantesco ejercicio de escucha. No resulta tan importante lo que se dice como la frecuencia sonora que la voz activa. Quizás, como una ópera sin libreto cuya escenografía es la pintura toda. El silencio del cuadro convoca en coro el mirar del visitante, pero enseguida Wiseman dirige su atención al oficiante: gestor, restaurador, profesor, intérprete…para romper ese silencio de muerte. No está demasiado interesado en entrar en el cuadro, aunque lo señale continua y minuciosamente: pintura, marco, piel. Sabe que está en un templo donde lo importante es el rezo, la oración, el canto y adonde se entra para salirse, conectarse quizás, o mejor visibilizar o sentir lo que ya lo está.

Es curioso pensar que la grabación del sonido (Wiseman lleva el micrófono y no la cámara) se haga con un elemento tan masculino como es el micrófono para una tarea tan femenina como es la escucha. Esta androginia es con la que compone el film, a la que suma la condición de invisibilidad que le permite construir un subjetivo trascendente. Es algo así como si reuniera todos los subjetivos de la plaza de toros o del estadio en uno, alimentados a su vez por la vibración de la frecuencia de las voces que conectan esas imágenes silenciosas del cuadro con el sujeto que mira, constituyendo conciencia y cuerpo. Lo hace explícito en la secuencia final en la que los bailarines, como extraídos del cuadro bailan en la sala-templo, para cerrar con una serie de pinturas de retratos y autorretratos revelados como sujetos de ese subjetivo trascendido.

bailarina entre cuadros