— buscando el hilo

Last Days

Blake en el río

Criatura sin apenas habla, balbucea, canta. Gus Van Sant presenta a Blake-Kurt como un pequeño salvaje entre arroyos y bosques, como una especie de duende. El sonido del arroyo en el que se baña y el sonido sampleado del que va naciendo su música parecen provenir del mismo sitio. Apegado a su naturaleza, pero peleando dramáticamente por diferenciarse de ella, busca la letra y la voz que brotan como llanto, pero que desean y necesitan acuerdo.

Esa naturaleza presente todo el film es reflejo móvil, pantalla, en el parabrisas del coche de los que lo buscan mientras narran un relato. El de un mago que reta a otro por la posesión de un nombre chino que no le pertenece: Un espectador araña su nombre en una bala que el mago para con los dientes, hasta que un desafortunado día algo falla y muere. Una bala con un nombre. Blake-Kurt se dispara una bala en la cabeza (aunque en la peli aparece muerto sin referencias claras al disparo) en la caseta de las herramientas donde se refugia, casa femenina y a la vez lugar del padre, techo que reúne ambas figuras separadas en la infancia de Kurt.

Todo parece querer vibrar en este film de planos largamente mantenidos, planos escucha, que Gus Van Sant en sincronía con esa música de Nirvana (que sin duda debió conmoverle) ha sostenido, pues al permanecer inmóvil todo lo de alrededor se revela en movimiento, mirada y oído objetivo en su quietud, pero subjetivo al acecho de su oportunidad de ser, como la de recibir una bala señalada con un nombre.