— buscando el hilo

La piel que habito

Elena Anaya delante de pared escrita

Ya en el título se anuncia una separación entre lo que soy y como me veo. También sugiere un espacio, un lugar donde estar o hacerse: habito. Marisa Paredes porta el alimento que le hace llegar a Vera a través del montaplatos a esa habitación cerrada con llave donde habita.

El film se cierra presentándose, ella, antes él, ante su madre, con cuerpo de mujer, para decirle “soy Vicente”. “Reconóceme como soy”, supongo que lleva implícito esa afirmación. Pero la secuencia no recoge el reconocimiento de la madre y el probable abrazo a un hijo que creía perdido. No puede.

Para llegar hasta aquí, el relato ha tenido que convocar a una figura de padremalo, casi terrible diría yo, encarnado por Antonio Banderas (el mismo de Átame). Otra vez esa fuerza primigenia del Loco del Tarot, destructora en el polo opuesto al de la creación que también le pertenece, para que literalmente al personaje protagonista lo haga de nuevo. Esta es la fantasía del film: que mi padre me haga de nuevo, con la encarnadura correcta, y no con esta piel, que no me sirve. Y es que, no en vano la productora de Almodóvar se llama “el deseo” y su hermano Agustín -el productor- hace un cameo donde llega a la tienda de la madre del protagonista con unas maletas, para vender la ropa de su mujer, que según comenta desaparece continuamente (no olvidar que en “todo sobre mi madre”, esta se le creía desaparecida o muerta, y cuando los vecinos creen verla piensan que es una aparición, un fantasma). El vestido, la segunda piel, en una tienda de ropa de segunda mano. En otra secuencia Vera destroza todos los vestidos de mujer que hay en el armario de la habitación donde “habita”, esparciendo los fragmentos por todo el suelo, para luego aspirarlos todos con una tubo largo que extrae de la pared, a modo de cordón umbilical que aspira, que recibe, en vez de dar. Algo así como la diferencia entre la sexualidad masculina y femenina. Feliz encuentro con Gautier que diseña ese extraordinario “traje de piel”, para mi algo de lo mejor de la película, “película” que en su etimología también significa piel.

Antonio Banderas

Las figuras masculinas de las pelis de Almodóvar, sobre todo los padres, son con frecuencia negativas y a menudo viloladores. “El deseo” convoca a menudo estas figuras, llegando a comérselas, literal o simbólicamente en trabajos como “¿Que he hecho yo para merecer esto?” o “Volver” (comida del equipo de rodaje, con el cadáver del marido dentro del arcón frigorífico, donde se guardan los alimentos). Marisa Paredes, dice en un momento dado que “en su vientre solo engendra locura” refiriéndose a sus dos hijos, mientras alimenta a Vera a través del montaplatos que acaba en esa habitación-útero.

A través de este montaplatos, también se le hace llegar útiles de maquillaje, de los que solo recoge los lápices con los que luego escribe en las paredes de la habitación, y que son los mismos con los que el cirujano plástico Banderas dibuja la nueva piel de ella sobre la piel anterior. La escritura de Almodóvar es de lápiz de ojos, esta es su singularidad, su fuerza, y su drama. Y en esa escritura convoca al padre deseado, capaz de seducir a la mujer que desaparece, para que de este modo se quede, y en ese lazo sea.