La chica que saltaba a través del tiempo
Son los últimos días de instituto, antes de dar el salto a la universidad. Makoto vive feliz de su suerte y sus amigos y un poco ajena a lo por venir. En un pequeño accidente en el laboratorio del instituto, tendrá una especie de experiencia transpersonal, y como Alicia caerá por un gran agujero a través del tiempo. Descubrirá que a partir de ahí podrá saltar en el tiempo. Sin duda el salto que relata el filme es el de la adolescencia a la primera juventud, el del instituto a la universidad, el de los amigos a la pareja, el del descubrimiento de la propia sexualidad, de su propio deseo como mujer. Tendrá que romperse esa especie de triángulo feliz de los tres amigos para abrir el camino de la pareja.
Cuando comienza la peli, la madre de Makoto le pide que después de clase le lleve melocotones (fruta) a su tía y le dice ¿y pregúntale cuando se va a casar? Esta tía es restauradora en un museo y descubriremos que tiene un vínculo muy especial con Makoto, casi podemos interpretar que son el mismo personaje mediado un salto en el tiempo, ella hablando con su pasado por venir. De hecho la peli está basada en una novela que cuenta la historia de la tía. La vida de la tía (siempre la vemos en el museo) parece detenida, en espera, mientras restaura un cuadro que es difícil no leer como una maternidad, en realidad la pintura parece reunir criatura y madre en la misma imagen. Vivimos el final de la restauración y cómo las paredes del museo esperan la presencia del cuadro. Esos melocotones son promesa de fruto. Igual que esas pelotas de beisbol dibujan continuamente el vínculo entre los 3 amigos o la insistencia en la presencia del flan describe el deseo de Makoto despertándose. Todo el filme es un continuo despertarse, saltar del sueño a la vigilia. Ya cerca del desenlace, la tía hablando con Makoto, y de alguna manera con ella misma, la “anima” a correr, a moverse en busca del chico que con tanta dificultad ha descubierto que quiere, desde ese museo del tiempo detenido. Makoto iniciará una emocionante carrera que Hosoda resuelve con una cámara en movimiento donde por momentos la cámara avanza más rápido que Makoto, pero ésta con esfuerzo y cada vez más excitada, consigue superarla, dejando la cámara atrás sobre el paisaje. Señalo esta secuencia porque pocas veces he visto contar esta experiencia o salto hacia la incorporación de la sexualidad y el deseo femenino, con tanta sencillez, emoción y eficacia.
Chiaki (el chico) le confiesa que viene del futuro y que ha venido a ver el cuadro que ya sabemos está restaurando la tía. Ha venido en busca de la imagen del rostro de la madre, y por eso le dice como despedida “nos vemos en el futuro”.
Sin duda este género que se llama Animé (y que debe celebrar la llegada de Hosoda por su capacidad de actualizar el género, representar el mundo en el que nos toca vivir, e inaugurar la era post_Miyazaki heredando mucho de lo mejor de éste) se basa en la necesidad de animar lo detenido, de que la sombra, el dibujo adquiera ánima, de que el cuadro emocionando adquiera movimiento, prometa cuerpo.