Juventud en marcha
Una anunciación, pero de algún modo invertida, su negativo. Comienza el film con una expulsión, y algo similar sugerido en el cuadro “La huida a Egipto” de Peter Paul Rubens que cuelga en el museo Gulbenkian y en el que se detiene el film. “… el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto” (Mateo 2,13).
Es curioso que en la necesidad de acercarse Costa a una densidad de lo real tan viva, el resultado sea tan teatral, tan pictórico, y es que la tarea fundamental de Costa es enmarcar, limitar el movimiento (que no eliminarlo) para que la respiración tome protagonismo. Pero además el enmarque suele contener un cuarto, una arquitectura, un auditorio diría yo, pues esa cavidad es la que convierte esa respiración en canto, casi ópera, por la teatralidad y dramatismo, por esos teloncillos pintados que semejan en algún momento estas escenografías. Ventura recorre una y otra vez estos lugares, normalmente habitados por innumerables hijos, anunciando que su mujer (la madre de algunos de ellos) lo ha dejado y que no irá a la nueva casa.
En paralelo asistimos a un tiempo anterior en que Ventura compartía chabola con un compañero, Lento. Esa escenografía es el espacio más frágil, en algún momento parece que se la va a llevar el viento como la cabaña Dorothy en el mago de Oz, una fragilidad que parece sugerir una especie de extraño Portal de Belén. Y es que hay algo de San José en Ventura; un hombre expulsado del lecho, pero con hijos, el mismo san José del cuadro de la huída. Sobre todo si aceptamos que San José y el Ángel componen un único personaje, y es que si algo acontece en esa chabola es la creación de la letra, el texto de una hermosa carta de amor que se repite incorporando nuevas estrofas en alguna de estas repeticiones. Texto anterior a la escritura (aunque el compañero insiste y compra dos bolígrafos Bic, Ventura nunca accede a escribirla, solo la repite oralmente), anterior al cuerpo, al ser encarnado, texto de anunciación capaz de conmover a esa figura femenina, madre. De hecho ese tiempo paralelo en el que Ventura y Lento conviven casi en espejo, casi gemelos, concluye con una caída desde lo alto de un poste de Lento en sincronía con la caída de la venda de la cabeza de Ventura. Caída en la tierra, en el cuerpo, concepción o parto. En su reencuentro, ya en el presente, Ventura y Lento se cogen de la mano y traspasan juntos, con cierta dificultad, el marco, el cuadro de una puerta.
Pedro Costa hace un recorrido que comienza con la expulsión y la destrucción de un cuarto oscuro, con el inquietante relato de una mujer armada con un cuchillo que evoca el diente de un tiburón al que ella no teme, representando una especie de sexo dentado, una corona de espinas para el que ose nacer de su útero, maternidad de la que huye pero con la que inevitablemente se encuentra, como escenifica el relato del niño abandonado en las rocas. Una de las hijas de Ventura hace una descripción detallada de su parto contando cómo varios hombres tienen que subirse encima de su barriga para empujar y provocar la expulsión. En un momento anterior en el mismo cuarto, escuchamos en la tv una secuencia relacionada con un cocodrilo que esta misma mujer comenta. Ambas secuencias inciden en esta idea de dificultad de lo materno. Quizás el mito de Herodes que provoca esa “Huída a Egipto” represente una zona oscura de la mismísima maternidad, que tiene que ver con esa figura de padre malo en el polo opuesto de la de San José, pero que la completa y lo femenino reclama.
Costa, como el Ángel del cuadro acompaña a Ventura en su camino hacia ese nuevo piso vacío lleno de luz y cuartos. Cuartos y cuadros, (encuadres casi equivalentes a secuencias) donde ubicar a todos aquellos “expulsados” a los que Ventura nombró como hijos y ahora quiere reunir; componiendose así el film completo, el relato que evoca un cuerpo capaz de albergar. Tan luminoso es el piso que la luz difumina las aristas aplanando el espacio, haciéndolo casi pantalla de proyección, positivo de esa anunciación invertida con la que comienza el film.