Happy. Un cuento sobre la Felicidad
La sonrisa como un ejercicio de madurez. Mike Leigh se cuenta a sí mismo en este personaje defendido en la sonrisa, esta especie de Campanilla (pulseras sonando toda la peli) a la que le acaban de robar las alas (la bicicleta) (pasa de la colchoneta elástica -vuelo- a las clases de flamenco pisando fuerte la tierra) y que se dispone a adentrarse en el mundo adulto (bonita despedida en la sección infantil de la librería y en la primera clase con sus niños pájaros) empezando por identificar y comprender todos los arquetipos masculinos (4) y modelos paternos. El primero lo encontramos en su compañera de piso que hace tareas de sujección, la compensa con su seriedad y sentido práctico (en un momento dado le dice …»tu eres el padre»). Encontramos el niño violento-maltratado en sus dos momentos (el profesor de autoescuela es el mismo personaje o la misma herida en edad adulta), el Loco al que le devuelve la mirada en su papel de reflejo-luna y finalmente el asistente social, el hombre bueno. Pero es el niño herido y violento (en niño y en adulto profe autoescuela) y el loco el que reúne a la pareja. Emocionante momento en el que descubrimos los motivos del daño del niño reuniendo la mirada de ella y él.
Siento algo especial por los personajes de esta película en los que me reconozco y a los que muchos de ellos tengo la sensación de haberlos conocido, de haber compartido un mundo común, también en alguno de sus paisajes (el piso de ellas especialmente), podría decir que he salido de copas con esas chicas. Pero sería injusto si no me reconociera también en el niño herido y en el loco que se hace criatura, cuerpo, que se encarna en la mirada de ese hada buena, Poppy.