Había un padre
Siempre había pensado que la imagen que mejor representaba el papel de padre era ese momento en que sostienes la bicicleta del hijo mientras aprende a andar y en un momento dado lo sueltas, sin saber él muy bien si ya anda solo o aún lo sostienes, como si a través de la mano le hubieras entregado el conocimiento o la habilidad. Pero Ozu me ha entregado una metáfora que supera con creces la de la bici, en esa secuencia en que pescan los dos en el río con el movimiento de sus cañas sincronizadas. Bellísima secuencia de importancia vital para la peli y quizás para toda la obra posterior de Ozu, junto con la imagen de esa barca volcada en el lago.
La peli empieza muy por la mañana temprano, con un grupo de mujeres que acarrean una especie de maleta a las espaldas, dispersandose por pequeñas calles, donde suponemos que acceden a diferentes casas (el penúltimo plano de la peli es de unas maletas). Entiendo que son mujeres que atienden principalmente las casas de los hombres solos, como los protagonistas de esta peli donde la mujer y madre ha fallecido y es un off presente todo el relato. Creo que algo tiene que ver con eso la imagen de la barca volcada (que parece anunciarse en el triángulo dentro de la circunferencia que dibuja en la pizarra, como a punto de girar, también reloj) a partir de la cual el padre rompe interiormente y comienza el alejamiento espacial con su hijo anunciado en la secuencia de la pesca donde el movimiento de las cañas gira en sentido contrario al de las agujas del reloj. Antes, el padre, había retornado a su casa de infancia. Es un andar hacia atrás similar al de la doma del caballo en War Horse de Spielberg, que desanda hasta revivir experiencias similares a las del padre. Aquí es el padre el que pone el reloj marcha atrás ante la ausencia de esa figura femenina representada en la barca boca abajo y ese niño ahogado que de algún modo representa a su propio hijo (él es el profesor responsable). Dimite de profe e inicia ese camino inverso hasta encontrar el modo de reparar, reponer aquello que falta. Cada encuentro con su hijo es para anunciarle mayor distancia espacial o temporal. El hijo ansía la palabra del padre, pero cada palabra pronunciada es un paso que éste se aleja. Se sucede un encadenamiento de maravillosas elipsis que alcanzan más de 12 años, hasta que jugando al Go, igual que hacía en el momento del accidente en el lago, se encuentra con un ex-compañero profesor. Este enseguida le presentará a su hija. A partir de aquí esa sincronía, ese precioso vínculo descrito en la primera secuencia de las cañas iniciará un cambio de dirección. Primero observamos que el hijo también es profesor y Ozu nos lo presenta dando clase con una vara en la mano en hermosa metonímia con la caña de pescar. Además ejerce de vigilante de los internos, papel en el que el padre fracasó. Beben juntos y el padre admira su aguante, el hijo le entrega dinero para sus gastos, pero sobre todo, hay una segunda secuencia de pesca donde las cañas ahora sí giran en el sentido de la agujas del reloj devolviéndonos al tiempo y dónde el hijo adquiere una posición preponderante en el plano. Incluso en la secuencia de la larga conversación entre padre e hijo sobre los tatamis hay un par de saltos de raccord que colocan al hijo en la posición del padre. En cuanto este acepta casarse con la hija del amigo, el padre descansa y finalmente muere. Ha repuesto lo que faltaba, ha reunido la pareja, ha bajado a las aguas más profundas para sacar a ese chico a la superficie. En la reunión con los ex-alumnos uno de los alumnos que falta es porque le ha nacido un hijo.” – …los recuerdos afloran… las flores de la ribera estaban en flor” (dice el maestro en la misma cena y recordando el día del accidente). Y cuando vuelve a casa el hijo le pregunta: “¿Estaban todos papá?” (él contesta que si).
Como ya comenté hablando de Good Will Hunting, el padre es el encargado de liberar al niño del ahogo del nacimiento, por eso es un maestro de las aguas, al igual que el director de cine. Ozu fue profesor durante unos años y pronto se dedicó al cine, hay algo en esta peli que la hace importante, especial en una filmografía llena de pelis extraordinarias, las secuencias que he señalado construyen una imagen primordial del mundo Ozu. Una especie de oración a Neptuno donde este lo bendice como maestro, de la imagen viva, en movimiento, del cine, casi mudo; como genio de la elipsis.