— buscando el hilo

El último verano

Látigo abriendo

Rivette coloca bajo una humilde carpa, en una pequeñísima pista de circo, el centro del mundo. Difícilmente se puede llegar a un espacio de representación más despojado y más completo. Y como descubre su protagonista al verse expuesto en medio de la pista: “el lugar más peligroso del mundo y sin embargo donde todo es posible”. El sitio al que se sale entrando (la pista del circo), reuniendo concepción y nacimiento en una sola acción.

Rivette revela el espacio de representación como una especie de máquina del tiempo, donde uno se encuentra expuesto públicamente y en regresión continua, visibilizando en un mismo personaje al niño y al viejo, todas las edades a un tiempo, y sobre todo, todas las heridas, que vemos abrirse cada vez que ese telón rojo se abre, como la página del periódico dividida por el látigo. Heridas que en verdad son puertas “dimensionales” al otro, incluso a ese otro que es uno mismo en un tiempo anterior. Y es que el protagonista duda de si vive, pero se define en continuo movimiento, encontrando en el lugar de la representación, en el lugar de peligro, la posibilidad de todo, que es la del ser encarnado, visible para el otro, público, vincular.