— buscando el hilo

El hombre que mató a Liberty Valance

Liberty Valance con guardapolvo y pañuelo

Un prisma compuesto por esas tres figuras que disparan balas que hilan, para descomponer la luz, para señalar, para componer cuerpo a base de latigazos, cual escritura. Romper el papel que escribió el periodista igual que Valance los libros de leyes, quirófano de batas blancas para extraer cuerpo de esa diligencia útero que trae joyas y dinero (energía femenina y masculina reunidas) para con el látigo (bisturí y lápiz) señalar con cruces lo que querrá ser nombrado.

Un portal de Belén, una Sagrada Familia, un “nacimiento” en la cocina, con la criatura ensangrentada por el parto, traído en brazos por un ángel negro, una especie de negativo de Stewart, apenas está y apenas habla, casi no es. Ford ama a Valance, ese pacto no escrito entre Valance y Tom (Wayne), ese mundo sin límites que ve desaparecer, sin escritura, pura metáfora, imágenes acuosas como las del desierto: el cielo para Ford. De ahí ese cactus, ese sexo masculino que para contener el agua, la emoción, pincha, pero hace posible la flor.

Impresionante jardín de cactus el de la casa de Tom. Difícil tarea la del hombre que tiene que renunciar a ser para que sea, el otro, renunciar a abrazar a la mujer que ama pues sus brazos deben sostener al niño, renunciar a ser cactus, para poder ser flor. El hombre que  de verdad mató a Liberty Valance sabiendo que también él era él, hacerse cóncavo para que quepa el otro. Ser agua en el desierto para que pueda beber ese centauro (hombre a caballo) cuyo plano subjetivo cierra el film. Ser solo una cruz en una bandera, estrella en el pecho o libro en sus manos (las de ella). Apenas palabra.

Ford compone la bandera con las bandas que recomponen el libro de leyes y la pizarra con cruces.

Arranca la peli con un cuidado blanco y negro y una escenografía que recuerda a Dreyer.

Llega un James Stewart (Ransom) casi anciano con su mujer en Ferrocarril y lo hacen para acudir al funeral de John Wayne (Tom). En el velatorio, de cuerpo presente, en ausencia de la figura paterna se desencadena el relato. Unos periodistas preguntan y toman notas, escriben.

Valance arranca hojas de los libros de Leyes del equipaje de Stewart, gesto similar al del periodista al final (iguala periodista y Valance)

Metidos ya en el relato (flash back que nos lleva a una época anterior al ferrocarril), una diligencia es parada y asaltada por unos bandidos. La diligencia o coche de caballos es cuerpo femenino y los bandidos hacen un círculo vestidos con guardapolvos blancos (batas blancas) y un pañuelo que les cubre nariz y boca, como en un quirófano. Sacan a una mujer con Joyas y a Stewart (la criatura), abren la caja del dinero (secreto del padre) y el malo (padre malo, doctor) con su látigo con empuñadura con remates en plata infringe una severa paliza a Ransom y arranca hojas de los libros de leyes de su equipaje, gesto similar al del periodista al final (iguala periodista y Valance). En la forma de darle latigazos parece como si escribiera cruces sobre su cuerpo. Lo rompe, lo señala (previo a ser nombrado), presenta la posibilidad de encarnadura.

Un portal de Belén, una sagrada familia, un “nacimiento”

En la siguiente secuencia Tom llega con un carromato en el que porta el cuerpo destrozado de Ramson y literalmente es cogido en brazos (por el compañero negro ¿alma sin encarnar también, ángel?) y lo introduce en casa de ella, en la cocina. Tom es figura paterna buena que se completa en el espejo de Valance. Entre los dos arquetipos introducen a Ramsom en la casa-cuerpo, regazo de la figura femenina materna.

El cruce de espejos entre Pompey y Ransom, Tom y Valance dibujan una cruz
Prisma compuesto por esas tres figuras que disparan balas que hilan

Ramson por otro lado trae consigo un orden nuevo basado en la ley escrita. Ford retrata un mundo al que pertenece o que adora y que desaparece, dolorosamente para él. Tom es la ley, un hombre justo, fuerte y equilibrado, polarizado en Valance. En la tensión entre ambos se mantiene el equilibrio, que se rompe con la muerte de Valance, por eso resulta tan dolorosa. La estrella de Sherif es sustituida por la chapa electoral. Pocas imágenes pueden describir tan bien la entrega de lo masculino como ese disparo en triángulo donde literalmente Tom dispara a su espejo, para hacerlo cóncavo, para hacerle sitio a Ramson. En la misma secuencia el cruce de espejos entre Pompey y Ransom, Tom y Valance dibujan una cruz. La misma de la pizarra, de los latigazos de Valance sobre Ransom, esa cruz que inicia escritura y cuerpo, esa cicatriz en el territorio que abre la vía del ferrocarril.

Hacerse cóncavo para que quepa el otro. Ser agua en el desierto
Ramson y Pompey, positivo y negativo de un mismo personaje.
Ese cactus, ese sexo masculino que para contener el agua, la emoción, pincha, pero hace posible la flor