El cielo gira
Uno nace boca abajo, recogido por las manos del padre (o la comadrona como sustituto). Aún boca abajo recibe el azote para llorar-respirar. Es entonces cuando te dan la vuelta y El cielo gira. El primer cielo es la tierra. Lugar al que se dirige la directora. Esa tierra habitada por capas y capas del pasado, de antepasados hasta los mismísimos dinosaurios de los que quedan huellas en el pueblo.Este momento es quizás la metáfora que recoge el sentido de esta peli de Mercedes. Ella es la última en nacer en esa aldea con comadrona, a la cual retrata.
Después de la introducción donde vemos unos niños mirando a un lago, del que según voz en off puede aparecer algo en cualquier momento, y acercarse las huellas de los dinosaurios, Mercedes mantiene un largo plano de la vista desde la casa que nació. Un árbol muy al fondo mientras dice que aquí también es donde murió su padre. El siguiente plano es una especie de contraplano donde vemos el perfil del pueblo. Este contraplano conceptualmente se sitúa en el sitio del árbol, es decir es un subjetivo desde ese punto de vista, que es también el del dinosaurio y el de su padre, que mira a la que mira, “gira” la mirada. En el último plano de la peli dos paisanos hacen su recorrido caminando hasta ese árbol.
Dinosaurios, primero, fantasmas después (en el palacio), Bush y la guerra de Irak, el olmo seco con cara, el fascista en las fotos antiguas, los partidos políticos, todo alude al mismo sitio. Ese palacio vacío durante décadas que espera la llegada del “Señor” convocado en todas estas figuras citadas que responden a un mismo arquetipo.
Respecto al cuerpo femenino muy poco aquí todavía, el interior del palacio, el interior de la iglesia mientras las mujeres rezan el rosario y que es violentado por la llegada del coche electoral con altavoces (en el que por cierto llevan globos, caramelos y condones) y la presencia repetida de la luna, en un determinado momento vista a través del telescopio cuya óptica ha servido anteriormente como lupa para ver fotos del pasado. El mismo objetivo que ve delante y detrás, fuera y dentro. Como la cámara de Mercedes que en el hoy de esa tierra en la que nace está el pasado, el árbol que en “giro” hace de la raíz copa y de la copa raíz (como en Perfect Lives de Robert Ashley) igual que en ese inicio, cámara que ve al que mira.
Este “Señor” convocado repetidamente en la peli y que de alguna manera se resuelve en la llegada del hotel, aunque con la misma nostalgia con la que Ford ve disolverse el mundo que conoce en Liberty Valance. Ese precioso plano final de subjetivo de centauro u hombre a caballo, que ve pasar el ferrocarril es quizás equivalente al subjetivo de dinosaurio en este filme. Este “Señor” es el del azote, para llorar-respirar.