Control
Control, convoca figura de sujección, seguramente paterna.
Las pastillas que roban en casas de las viejecitas (donde son invitados a dulces -teta-) tienen los mismos efectos que las que luego el médico le recetará a Ian Curtis (cantante de Joy Division), cuando se manifiesta su epilepsia (pérdida de control). Las pastillas, en casas de ancianitas normalmente viudas, parecen representar en algunas películas, una especie de sustitución símbólica de la energía masculina, aquello que evoca esa ausencia y ha venido a sustituirlo. Y que no olvidemos son recetadas por el médico, arquetípicamente hasta ahora, figura masculina. Tendremos también en cuenta que la receta se da a través de la escritura y que va firmada por una figura a la que se le concede bastante autoridad.
Sin embargo el médico que trata a Ian, apenas si ejerce autoridad, ni siquiera le ofrece confianza: “vamos a ver,…probamos,… algo funcionará…”. Es casi la unica figura paterna de la película, aparte del propio padre, que se muestra como un ser casi invisible, sin ninguna relevancia.
Es muy destacable la similitud entre los bailes sincopados de Ian en el escenario y los ataques epilépticos. Sin control, sin sujección, sin protección, sin reconocimiento.
Hay algo en ese baile de trance, de necesidad de transcendencia, algo que llega directamente, sin intermediación, pero a la vez convoca, reclama.
Danza también entre dos mujeres (morena y rubia), mito de la doble luna (negra y blanca), dos espejos que completan una imagen corpórea, blanco y negro, de la película.
En la secuencia final, cuando roto, escindido, echa a su mujer de su propia casa, Ian está representado en sombra y con un subjetivo muy acentuado, casi como un fantasma, como si adelantara su muerte. Ser desencarnado suplicando cuerpo.
En la televisión, poco antes de suicidarse, vemos la imagen de un camión que transporta una casa, como una promesa, en que camión y casa reune masculino y femenino.