Buenos días
Es un buenos días de despertar, un nacer todos los días.
Los personajes de Ozu, sobre todo los niños parecen andar por el cielo, con esos horizontes desde un punto de vista bajo: plano tatami, que como ya comenté en otro post , es el punto de vista del niño*, del hombre sobre el tatami sentado en seiza, pero también es un punto de vista muy subjetivizado, muy descorporeizado. Los niños aquí quieren una tv y en su protesta enmudecen, como si fueran invisibilizándose (¿sujetos de ese plano descorporeizado?), de algún modo, llegan a ser los ratoncillos que se comen la piedra pómez según cree la madre, hasta que salen de casa y desaparecen. Y en ese desaparecer convocan pareja, reúnen al profe de Inglés y su tía que ya habíamos visto que se gustan. Cuando vuelven a casa ya hay tv (todavía en su caja) y ya hablan, ya pueden otra vez decir buenos días (ohayo).
Pero lo bonito aquí es que la tv ha llegado por el bar (primero con la conversación del padre con otro que le relativiza los efectos negativos de la tv, ya con unas copitas tomadas) a través de ese estado de conciencia levemente alterado que produce el sake y que la cultura Japonesa admite con tanta naturalidad, sin prejuicios y que en las pelis de Ozu, habitualmente ayuda a sus personajes a “ver las cosas de otro modo”, les anima a dar un paso, a tomar una decisión o a cambiar de opinión. Ese “otro modo” similar al del supersubjetivo del que hablamos antes, que como la antena de tv trae algo de lo que está en el cielo (antecedente de nuestra nube en la red) a la tierra a través de esas aguas de la pantalla de tv. El vecino sin trabajo que confunde borracho la casa de los niños con la suya, será el que les traiga la tv, como un regalo, como el oro, incienso y mirra de los reyes magos, esa fórmula alquímica para la encarnación convertida aquí en receptor de tv, como un feliz OHAYO.
* Su primera peli He nacido pero… parte también de un punto de vista infantil, de hecho Buenos días es una especie de remake de aquella.