Air Doll
De repente el objeto adquiere sujeto, subjetivo. Ese subjetivo perdido y en busca, tan presente en gran parte del cine contemporáneo y que normalmente responde a gran angulares sin sujeto, a misteriosos blancos y negros, alteraciones del color, etc. Koreeda gira la cámara y hace de ese supersubjetivo el objeto principal de la mirada. Y mira sobre el aire, el aliento, el éter. En medio esa película, piel de plástico que deja parcialmente pasar la luz y que aún feliz de su ligereza, desea la sombra, el peso. Un hueco, un recipiente apenas, que ante la palabra repetida del otro es traspasado por la conciencia, dotándolo de alma, corazón. Ese hueco es un cromlech como el que cierra el film hecho de botellas de vidrio, un jardín seco zen, un frontón Vasco cuya función es devolver la pelota, un haiku que deja el sentido suspendido, un regalo japonés donde lo que se entrega es sobre todo un envoltorio, una piel, un recipiente de silencio capaz de revelar el vínculo. Contener el aire no es suficiente, lo interesante es intercambiarlo. Extraordinaria imagen en la que Junichi (el del cineclub, el que anhela que la luz traspase la película) le pide a nuestra protagonista que se desinfle para inflarla él; y así repetidamente, tensando y destensando el cuerpo de ella, excitándolo, haciéndolo sonar como esos furins o campanitas de aire que cuelgan de ventanas y puertas. Dejandola casi morir para revivirla, cumpliendo con la fantasia de lo masculino de la que nace la creatividad. La infla por el ombligo, desvelando que la umbilicalidad nace de la respiración, del intercambio del aliento, ánima de los antiguos; o puede que al revés y sea la respiración la que nace del intercambio, de la palabra del otro, del canto, del soplo.
Robert Ashley en Vidas Perfectas toma conciencia de su respiración que pone ritmo a sus palabras haciéndolo canto, obra.
Fértil fantasía materna en la que el hueco alberga la posibilidad del otro, aire que propone respiración, y que nace ya sincronizada de por vida. Hilo que ovilla conciencia, presente en el sueño como alta manifestación del ser. Sueño en el que nuestra protagonista sopla por su cumpleaños como soplaron por ella tras su primer inflado. Sueño de creación.
Ser, en la medida en que se es poseído por el otro.