Memorias de África
Espejo de leona. “No te muevas” le dice Denys a Karen cuanto esta se encuentra de repente frente a la leona, y más tarde en medio del sexo: “No te muevas”. Cuando juntos se encuentran con una pareja de leones, retroceden lentamente, y en el momento que las fieras atacan, ellos disparan, vinculandose definitivamente con esa naturaleza salvaje. Denys atiende la sangre que corre por el labio de Karen, desvelando la naturaleza sexual del acontecimiento. Esa bala es de la que nacerá la escritura, hasta entonces solo prometida con relatos orales, similares a los de las tribus.
Cuando Karen llega a su casa después de un viaje o de estar algún tiempo ausente, vemos repetidamente como un niño de la tribu le mete la mano en el bolsillo, pensamos que el niño busca una moneda o una golosina, pero cuando avanza el film entendemos lo que verdaderamente ocurre, y es que el chaval introduce semilla ante ese anhelo de fertilidad de Karen.
Denys es un hombre libre, una criatura del aire, cuya sombra permanece en esa casa en la figura del fiel criado. Justo cuando el hueco está hecho, y la casa ha sido vaciada, Denys se estrella con su avioneta; clásica imagen de encarnación. En el funeral, Karen lee un relato cuya principal imagen es la de alguien laureado y ahora muerto: “quedan restos de guirnalda aún no marchita entre sus cabelllos”. Cabeza que emerge coronando en el parto.
Andar hacia atrás con el rifle en la mano, es andar hacia el padre. El padre de Karen se suicida cuando ella apenas cuenta 10 años. Esa bala es la llave del tesoro, la pluma con la que tejer esos relatos que hechos traje convocan cuerpo amado.