— buscando el hilo

O que arde

Amador es hijo de una tierra sin padre que, ante esta ausencia, en un extraño animismo, le mantiene criatura, vaca, buey, potro, tronco de árbol en el que el fuego prende la humanidad,” lo que arde”. La película arranca de la oscuridad avanzando entre polvo a través de un bosque que derriba sus árboles como monstruo enfurecido contra cualquier manifestación de verticalidad, hasta que un tronco mayor, herido por el fuego, pero aún poderoso, frena a las bestias mecánicas. Tronco como pórtico de catedral del que parecen emerger pétreas figuras ocultas. La fachada de platerías de la Catedral de Santiago ardió dos veces y entre las figuras de sus relieves está la expulsión de Adan y Eva del paraíso, que en la película queda señalada por la noticia del cambio de campana en la torre cercana, curiosamente la del reloj. Tronco o puerta, entrada en el tiempo.

El fuego es el antagonista de la lluvia, su necesario complementario, un sol propio para una Galicia que como Amador necesita arder, romper con esa atmósfera amniótica que acaba por ahogar. Un animal atrapado en una charca de agua y barro que necesita de la ayuda de un vehículo de combustión para salir. Laxe retrata a un santo, un pintor de un arte incomprendido, que como él no puede sustraerse a la belleza del fuego, y que en los ojos de Amador es plegaria de encarnación.