— buscando el hilo

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Hirokazu Koreeda
Osamu

Osamu y Shota se mueven en el interior de un supermercado con la extraña naturalidad de los pasos anteriormente ensayados como coreografía. La misión es proveerse, hacer la compra diaria sin pasar por caja. Ante las estanterías el niño gesticula un sencillo ritual, casi una plegaria, antes de dejar caer el producto en el interior de la mochila.

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Madre de Ryota

Ryota es un hombre desarmado, perdido. Miente continuamente, pero lo hace mal, como queriendo ser desmentido. Es jugador y tramposo.

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La hermana pequeña enseña el fruto del ciruelo.

Cuando muere el padre, el hijo sigue elaborando una imagen real de esta figura que ahora falta. El cine se revela como la gran herramienta de esta construcción simbólica, que no se agota en el padre (aunque suele ser el motor y desencadenante), sino que tiene su continuidad en la figura materna para finalmente reunirlas en la pareja que te hace.

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Elijo el mundo

“Al final no pedí un deseo, escogí el mundo”. Son las palabras de Kohichi, tras el cruce de los dos trenes, tras la erupción de su Volcán. Esta frase contiene todo el film. Algo está separado y hay que reunirlo. El fruto de ese encuentro es una explosión, un milagro, el ser.

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Air Doll

De repente el objeto adquiere sujeto, subjetivo. Ese subjetivo perdido y en busca, tan presente en gran parte del cine contemporáneo y que normalmente responde a gran angulares sin sujeto, a misteriosos blancos y negros, alteraciones del color, etc. Koreeda gira la cámara y hace de ese supersubjetivo el objeto principal de la mirada.

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Akira mirando a través de la ventana de su apartamento

Aunque parezca obvio, no había sido consciente hasta ahora, de la posibilidad de representación de un avión con una cruz. Una cruz y un avión pueden representarse igual, sobre todo en un dibujo básico o de un niño.

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Padre e hijo abrazados

Un hombre herido en lo paterno, quizás todos lo estamos en alguna medida, intenta ejercer el papel de padre y en esa tarea fantasea con el parecido, con la sangre. Andamos media vida atisbandoo gestos, signos de reconocimiento paterno que nos situen en la tierra, en el ser, pero nos cuesta entender que el eje de ese reconocimiento se completa en el propio hijo.

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