— buscando el hilo

Evangelio en Granada (Meta)

Manos que escriben, manos escritas

En los LLanos, Granada, Colombia, encuentra Codesal un nuevo Jerusalén, un lugar muy humilde cuyas gentes han sufrido violencia durante décadas, pero ahora liberadas por su propia imagen, viven en una especie de limbo a la espera de ser nombrados. En un trabajo anterior, Javier había dado voz a muchos de estos habitantes de los Llanos cuyos testimonios de desmembramiento configuraban un testamento antiguo, anterior al ser. Javier inicia este nuevo Evangelio con la pintura, blanqueando un modesto muro que sugiere una pantalla, pero a la que sobrepone el trazo de unas palabras, que como un anuncio, componen una cita del evangelio de Mateo, declarando de partida una competencia entre la imagen y la escritura en la carrera del ser por alcanzar la carne.

“¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” Nicodemo a Jesús.

Es una de las citas del evangelio que Javier pone en boca de uno de estos personajes. Cita que funciona como clave de acceso a este limbo donde Codesal nos invita a participar en la contemplación de unos retablos, que configuran la estructura de esta película, pues de algún modo, intenta trascender la secuencia como unidad visual y el retrato como fórmula conceptual. Retablos que sitúa en un trasaltar de la palabra para exigir una ofrenda, una cuestación a la mirada cuyo precio es el tiempo, la duración. Un esfuerzo necesario para descubrir la belleza de estas personas, liberando al que mira de cualquier tentación de superioridad y entender que en este conocer, estos que habitan los Llanos se hacen y nos hacen, en un justo intercambio cuya recompensa es la promesa de encarnación para aquel que ya puede ser nombrado y algún día tomar la palabra y decir, importar.

El ejercicio de ventriloquia que hace Javier en este film resulta en un boca a boca, en un entrenar ese decir, una especie de respiración acompasada de cuya sincronía nace la emoción de hallarse vinculado al otro en todo lo que no es uno, pues es nuevo, permitiéndonos sentir un flujo sutil, como de una voz que no podemos oír, pero nos llega, viva.